martes, 9 de marzo de 2010

INCONGRUENCIAS NARRATIVAS O HISTÓRICAS, DATOS SORPRENDENTES O APARENTEMENTE SUPÉRFLUOS EN EL TEXTO.

Pasamos revista ahora a las dificultades señaladas al principio del capítulo.

a) La explicación del "nosotros" en boca del poseído de la sinagoga (Mc 1,23) se ha dado en el apartado sobre los "espíritus inmundos): el poseído se identifica con los letrados que enseñan en la sinagoga y sale en su defensa.

b) En la perícopa del leproso (Mc 1,39-45) se notaba una doble incongruencia: sin motivo aparente, Jesús regaña al leproso y, además, "lo echa" o "lo saca fuera" (1,43), sin que se haya dicho antes que estuviesen dentro de ningún local.

El sentido de la frase es teológico: el leproso creía legítima su marginación, pues pensaba que la sinagoga se la imponía realmente en nombre de Dios; Jesús le reprocha esa creencia ("le regañó"). que ofende a Dios mismo, y lo hace salir ("lo sacó fuera") de esa mentalidad y, en consecuencia, de la institución que lo marginaba.

c) Se ha hecho notar la incongruencia narrativa de las palabras de Jesús al paralítico, que se introducen de la manera siguiente: "Viendo la fe que tenían (lit.: "la fe de ellos", de los portadores que han destechado la casa y descolgado al enfermo), le dice al paralítico: "Hijo, se te perdonan tus pecados" (Mc 2,5). Si, como implica el texto, el perdón de los pecados es efecto o consecuencia de la fe, la frase carece de lógica: Jesús debería haber declarado perdonados a los que han demostrado su fe.

Pero lo que parece falta de lógica es, en realidad, un recurso literario para indicar que los portadores y el paralítico representan al mismo personaje, aunque en dos aspectos diferentes: tanto los portadores (Mc 2,3: "cuatro") como el paralítico representan a la humanidad pagana; los portadores, a esa humanidad en cuanto está deseosa de salvación y tiene fe en Jesús; el paralítico, a esa humanidad (pecadora = pagana) en cuanto está necesitada de salvación. Como se ve, la aparente incongruencia narrativa se resuelve en un inmediato sentido teológico, que lleva al lector más allá de la anécdota.

d) Extraña la ausencia de público el sábado en la sinagoga, cuando Jesús cura al hombre del brazo atrofiado (Mc 3,1-7a), tano más cuanto que en la escena anterior, en la sinagoga de Cafarnaún, un sábado (Mc 1,21b-28), sí aparecen los asistentes, que comentan primero la calidad de la enseñanza de Jesús (1,22) y más tarde (1,27) la expulsión del espíritu inmundo. Históricamente, es impensable qu en la sinagoga hubiese en sábado un solo fiel y, para colmo, inválido.

La presencia de este hombre solo muestra que Marcos hace de él la figura representativa de todos los que asisten a la sinagoga. Mediante este recurso describe la lastimosa situación del pueblo practicante, sometido a las exigencias de la Ley (representada por el precepto del sábado) y privado por ella de toda iniciativa, creatividad y posibilidad de acción (brazo atrofiado). Jesús pregunta a los fariseos si no vale más el bien del pueblo que el precepto/la observancia de la Ley. Ellos guardan un silencio hostil (Mc 3,4).

Si curar el brazo, a pesar de la oposición farisea, representa entonces devolver al pueblo su libertad de acción, emancipándolo de la tutela de los defensores de la Ley, se entiende la extrema reacción de éstos, que llaman en su ayuda a los judíos partidarios de Herodes, influyentes con el poder civil, para tratar con ellos el modo de acabar con Jesús (3,6). Una alarma tan pronunciada y una decisión tan radical no estaría justificada por la mera curación de un individuo un sábado en una sinagoga.

e) En la travesía del lago que se sitúa después del discurso de las parábolas (Mc 4,35-5,1) se ha notado el extraño modo como se dirige Jesus al viento/mar: "Silencio, estáte callado" (4,39). La palabra griega traducida por "silencio" es la misma que se ha usado para denotar el silencio de los fariseos ante la pregunta de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún (Mc 1,25). De este modo, de alguna manera el viento/mar queda personificado por una doble alusión: a los fariseos y al espíritu inmundo.

Pero, dada la equivalencia entre "espiritu" y "viento", las alusiones mencionadas llevan a concluir que "el viento", único agente de la tempestad (4,37: "Fuerte torbellino de viento"; 4,39: "Cesó el viento y sobrevino una gran calma"), representa un mal espíritu, en la línea del de la sinagoga y de la actitud que han mostrado los fariseos. El análisis de la perícopa muestra que se trata del mal espíritu que anima a los discípulos ante la misión con los paganos; su nacionalismo exclusivista (como el del "espíritu inmundo") y su adhesión a la Ley (como la de los fariseos) hacen imposible el acercamiento a los pueblos paganos (Gerasa), objetivo al que los dirigía Jesús (4,35: "Les dijo: -Crucemos al otro lado-").

f) En el episodio del sordo (Mc 7,32-37) se le llama al principio "tartamudo" (7,32) y al final se pondera la acción de Jesús, que "hace hablar a los mudos" (7,37). Ya se ha explicado que el infrecuente adjetivo "tartamudo" sirve para aludir al texto de Is 35,5 que pone a la escena en clave de éxodo liberador. Hecha esta alusión, se vuelve al término ordinario, "mudo", que describe la situación del individuo como la del que, obstinado en su ideología, no admite diálogo y, en consecuencia, está cerrado al mensaje de Jesús ("sordo").

g) Puede preguntarse por qué Marcos y Mateo insertan dos episodios de reparto de panes y peces (Mc 6,35-46; 8,1-9 par.) mientras Lucas y Juan ponen solamente uno (Lc 9,10-17; Jn 6,1-14). En Mateo y Marcos, la razón es clara: quieren expresar que el éxodo liberador (Mc 6,35: "lugar desierto/simbolizado por el pan que llega a todos (=maná), toca lo mismo a los judíos (primer reparto) que a los paganos (segundo reparto).

Los indicios que permiten esta afirmación son numerosos: el primer reparto se hace en territorio judío, y la multitud es judía; también el vocabulario: "cesto", gr. kóphinos (6,43; 8,19), es una especie de cesto distintivamente judía, y el número "doce" de los cestos, que alude a las doce tribus de Israel, indica el contexto judío.

El segundo reparto se hace en territorio pagano (Mc 7,31: "Llegó de nuevo al mar de Galilea por mitad del territorio de la Decápolis"); la frase "venir de lejos" (8,3) alude a los pueblos paganos; "espuerta", gr. spyrís (8,8.20) es el término griego ordinario para un cesto; los "siete panes" aluden a los "setenta pueblos" que, según se pensaba, componían la humanidad; los "cuatro mil" hombres indican la universalidad (los cuatro puntos cardinales).

En Jn, la apertura a los paganos se realiza en la pesca final, en la que toman parte "siete" discípulos (Jn 21,2). En Lucas, prácticamente toda la actividad con los paganos se reserva para el libro de los Hechos.

h) En la perícopa del ciego (Mc 8,22b-26) sorprende a primera vista la orden de Jesús, que manda al ciego curado a su casa, prohibiéndole terminantemente entrar en la aldea de donde lo había sacado (8,26).

Sin embargo, ya se ha estudiado el signficado de "la aldea" en Marcos, donde es figura del pueblo llano que hace suya la ideología propuesta por "la ciudad" (Jerusalén), centro de la institución judía. "Sacar de la aldea" significa, por tanto, sacar del influjo de la ideología oficial. También se ha visto que el ciego representa a los discípulos y que "su casa" es la del nuevo Israel.

No hay, pues, incongruencia alguna en el relato de Marcos: Jesús quiere quitar el obstáculo que impide a los discípulos "ver" su calidad de Mesías; ese obstáculo es la ideología de la institución judía, la de un Mesías nacionalista y triunfador a la que es adicta una parte del pueblo ("la aldea") con la que ellos se identifican. En el lenguaje figurado de Marcos, Jesús, para hacerles posible la comprensión, tiene que sacarlos del influjo de esa ideología. Una vez eliminado el obstáculo y hecha posible la visión, les hace comprender que su sitio no está en el antiguo Israel, en ese pueblo engañado por la institución, sino en el nuevo Israel que Jesús ha formado ("su casa"), y que ha de mantenerse lejos de la ideología que los tenía ciegos.

i) Para describir el acercamiento de Jesús a Jerusalén utiliza Marcos una frase un tanto extraña: "Cuando se acercaban a Jerusalén, esto es, a Betfagé y Betania" (Mc 11,1). Como se ve, Marcos menciona dos aldeas como si fuesen parte de la capital.

Dado el valor figurativo de "la aldea" que acaba de verse, esto significa que Betfagé y Betania están en la órbita ideológica de Jerusalén, que ambas son concreciones de "la aldea", son parte del pueblo sometido a la ideología de la institución.

Por eso no es de extrañar que a continuación hable Jesús de "la aldea que tenéis enfrente", o que está enfrentada con vosotros; una vez que ellos aceptan el mesianismo de Jesús, los ambientes populares nacionalistas se les ponen en contra. No hay que elegir entre Betfagé y Betania: una y otra representan a "la aldea", es decir, el ambiente de los que profesan la ideología mesiánica nacionalista y triunfalista.

j) En el discurso de Jesús insertado en el capítulo 13 de Marcos hay al final (Mc 13,33) un dicho parabólico que presenta cierta incongruencia: trata de un hombre que se marcha de su país, deja su casa y da a los siervos autoridad, asignando a cada uno su tarea.

No es lógico que el hombre primero deje la casa y después se ocupe de los siervos. A menos que el dicho se refiera a Jesús y a los efectos de su muerte, de los cuales el primero y principal es el don del Espíritu, representado en el texto por "su autoridad". En este supuesto, el dicho es perfectamente lógico y claro: el Espíritu no será dado hasta después de "la marcha" de Jesús.

k) Terminada la eucaristía, el texto de Marcos dice que Jesús y los discípulos "salieron para el Monte de los Olivos" (Mc 14,26); pero, después de relatar el penoso diálogo que mantienen en el camino (14,27-31), dice que "llegaron a una finca llamada Getsemaní" (14,32). No se dice que la finca estuviese en el monte ni se vuelve a mencionar el Monte de los Olivos en el resto del evangelio.

"El monte", sin más precisión, es símbolo de la esfera divina en contacto con la historia humana; "el Monte de los Olivos", de la misma esfera en contacto con la historia del pueblo judío. Cuando Marcos describe el acercamiento de Jesús a Jerusalén, en la frase antes comentada en parte, se menciona por primera vez el Monte de los Olivos: "Cuando se acercaban a Jerusalén, esto es, a Berfagé y Betania, en dirección al Monte de los Olivos" (Mc 11,1). Ahora bien: topográficamente hablando, la frase no hace sentido, pues Betfagé y Betania estaban en el Monte de los Olivos.

La dificultad no tiene solución más que si el Monte conserva su simbolismo y el consiguiente significado no topográfico, sino teológico. El sentido sería: Jesús se acerca a Jerusalén, donde va a ser rechazado y condenado por los dirigentes judíos y a sufrir la muerte, pero la muerte no va a ser el desenlace final de este proceso: su itinerario terminará en "el Monte de los Olivos", es decir, en su exaltación a la esfera divina, siempre en contacto con la historia del pueblo judío que lo rechaza.

Por eso, después de la eucaristía, que ha simbolizado anticipadamente la entrega voluntaria y la muerte de Jesús, el punto de llegada será también el Monte de los Olivos, es decir, la esfera divina, que alcanzará Jesús de modo definitivo a través de la muerte expresada en la eucaristía. De nuevo el Monte de los Olivos es un dato teológico, no topográfico; por eso queda fuera de la narración siguiente; por el momento, en el relato de estilo histórico, llegan a Getsemaní.

Nótese que los discípulos, quienes, al aceptar el cuerpo y sangre de Jesús, se han comprometido a una entrega como la suya, salen también hacia el Monte de los Olivos. Es decir, la esfera y condición divina espera a todo hombre que siga los pasos de Jesús.

Si se quieren completar las menciones del Monte de los Olivos en Marcos, hay una tercera en Mc 13,3. Allí aparece Jesus sentado en el Monte: "Mientras estaba sentado en el Monte de los Olivos, enfrente del templo, le preguntó aparte Pedro, con Santiago, Juan y Andrés.

"Estar sentado" indica en el Evangelio de Marcos la permanencia de una situación (cf. 12,36 y 14,62, del Mesías/del Hombre sentado a la derecha de Dios). Jesus está sentado en la esfera divina (el monte); es la meta final de su itinerario, la que se señaló al acercarse a Jerusalén (11,1: "en dirección al Monte de los Olivos") y se subrayó al salir de la eucaristía (14,26: "Salieron para el Monte de los Olivos"). Como se ha dicho, el Monte de los Olivos denota la esfera divina, pero en contacto con la historia de Israel.

Cuál es este contacto lo expresa el inciso siguiente: "enfrente del templo", es decir, "enfrentado con el templo": el enfrentamiento de Jesús con el templo infiel a su misión (11,17), que se manifestó durante su vida terrena, continúa después de su muerte. Jesús y el templo son irreconciliables. Cada uno encarna un programa: en el caso de Jesús, el programa liberador de Dios; en el del templo, el programa explotador.

Hay aquí una alusión al texto de Zac 14,2-4 (LXX): "Reuniré a todas las naciones contra Jerusalén para la guerra y será devastada la ciudad y saqueadas sus casas... y saldrá el Señor y se alineará con aquellas naciones.. y se plantarán sus pies en el Monte de los Olivos, el que está enfrente de Jerusalén por el Oriente."

La proximidad de los textos de Marcos y Zacarías queda patente por la mención del monte y por el uso de la locución "enfrente de". Marcos utiliza el texto del profeta, pero modifica su sentido. En Zacarías, Dios se presenta en el monte en actitud hostil hacia Jerusalén. En Marcos, Jesús toma el puesto de Dios, pero no está de pie, como éste, dispuesto a la batalla: el destino de la ciudad y de la nación ha quedado decidido con la muerte de Jesús. Su ruina es segura.

Otro texto que puede ponerse en relación con Mc 13,3 es el de Ez 11,23: "Y se elevó la gloria del Señor en medio de la ciudad y se detuvo en el monte que está enfrente de la ciudad." Los comentarios hebreos precisan: "en el Monte de los Olivos".

En el texto de Ezequiel, "la gloria" significa la presencia de Dios perceptible por los hombres; en Marcos, en el mismo lugar que en la profecía se manifiesta "la gloria", en el Monte de los Olivos, se encuentra la persona de Jesús exaltado; así connota el texto su victoria.

En el Evangelio de Juan se han eñalado las dificultades que presenta el episodio de Caná. Serán explicadas al final de este capítulo (C. MARCAS TEXTUALES).

k) La extraña expresión de Juan "la Pascua de los Judíios" (Jn 2,13; 6,4; 11,55) se explica porque en este evangelio "los judíos" no designan al pueblo como tal, sino a los dirigentes y sus partidarios. Por eso el pueblo tenía miedo "de los Judíos" (7,13: "por miedo a los dirigentes"; lit.: "de los Judíos"). "La Pascua de los Judíos" (expresión que nunca se encuentra en el AT) se opone a "la Pascua del Señor" (Éx 12,11.48; Lv 23,5, etc.). La Pascua que se celebra en tiempo de Jesús no continúa la instituida en el Éxodo; es una fiesta propia del régimen judío de la época y manipulada por los dirigentes. La fiesta oficial pretende celebrar la liberación de la antigua esclavitud de Egipto, mientras el pueblo vive oprimido por la institución.

l) La diferencia de localización de Jesús entre el final de Jn 5 (en Jerusalén, en una controversia con los dirigentes) y Jn 6 (en Galilea, al otro lado del mar/lago), se explica por la temática. En Jerusalén afirmaba Jesús que Moisés había escrito de él (Jn 5,46), refiriéndose sobre todo al relato del éxodo definitivo que había de realizar el Mesías. En el cap.6 expone Juan precisamente el éxodo de Jesús (6,1: "se fue Jesús al otro lado del mar"), donde va a exponer el fundamento de la liberación que él efectua. La narración sitúa el episodio en la proximidad de la Pascua, que conmemoraba precisamente la liberación efectuada por Moisés en Egipto.

m) En Jn 14,31, en el discurso de la Cena, dice Juan a los discípulos: "Levantaos, vámonos de aquí." Sin embargo, el discurso continúa hasta el cap.17, sin que se diga que aquella exhortación fue ejecutada. Un momento antes Jesús había afirmado que "estaba para llegar el jefe de este mundo" (14,30), expresión que designa al círculo dirigente judío, que se aprestaba a darle muerte. Invita a sus discípulos a marcharse con él, dispuestos a morir con él.

Con estas palabras, a primera vista fuera de lugar, divide Juan el discurso de la Cena en dos partes. En la primera (capítulos 13 y 14), la instrucción de Jesús se ha referido a la constitución de la comunidad; en la segunda (caps. 15 y 16) va a tratar de su identidad y de su misión en medio del mundo, del fruto que ha de producir y de la oposición y persecución que va a arrostrar. La invitación a marcharse con él marca precisamente la diferencia de tema. La constitución de la comunidad se ha hecho, por decirlo así, dentro de casa, pero su camino y su tarea, que él va a exponerles, están fuera ("Vámonos de aquí"), en medio de la humanidad oprimida y en oposición a los poderes opresores.

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