miércoles, 25 de noviembre de 2009

La samaritana y maría magdalena.

La Samaritana y María Magdalena.
(Jn 4,4-30; 19,25; 20,11-18)

Hay en el evangelio de Juan otras dos mujeres a quienes Jesús se dirige con el apelativo “mujer/esposa”. ¿Podemos aplicar a estos casos el mismo principio aplicado a la madre de Jesús? Sin duda alguna.

La samaritana aparece como una mujer que ha tenido cinco maridos y ue el que tiene entonces no es su marido (Jn 4,17s). Atendiendo al lenguaje de los profetas, es la “esposa adúltera” o “prostituida” (Ez 16,15: “te prostituiste con el primero que pasaba”; Os 2,4: “Pleitead con vuestra madre, pleitead, que ella no es mi mujer ni yo soy su marido, para que se quite de la cara sus fornicaciones y sus adulterios de entre los pechos”), es decir, el Israel que ha abandonado al verdadero Dios para seguir a otros dioses. Representa a Samaría, esposa infiel de Dios (Jr 2,6: “¿Has visto lo que ha hecho Israel [ = Samaría, el reino de Israel], la apóstata? Se ha ido por todos los montes altos y se ha prostituido bajo todo árbol frondoso [cultos idolátricos en las colinas y bosques]”; se contrapone a la madre de Jesús, “la esposa fiel”. Como en el libro de Oseas, que constituye el trasfondo del episodio de la samaritana, Jesús “le habla al corazón” para que vuelva al amor primero (Os 2,16).

María Magdalena es el tercer personaje que recibe de Jesús el apelativo “mujer” (Jn 20,15: “Mujer, ¿por qué lloras?”). María tiene nombre propio y en este evangelio aparece por primera vez al pie de la cruz, junto con la madre de Jesús, nombrada como “María la de Cleofás” (Jn 19,25: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre: María la de Cleofás y María Magdalena”).

En esta ocasión, de nuevo llama Jesús a su madre “mujer” (19,26), recordando la escena de Caná; la madre sigue, pues, representando al pueblo fiel de la antigua alianza, la esposa fiel de Dios, y aparece aquí por última vez en este evangelio. María Magdalena, en cambio, aparece por primera vez, y en la escena en el huerto/jardín (20, 11-18) es llamada “mujer/esposa” por Jesús; ella, a su vez, se refiere a él llamándolo “mi señor” (20,13), modo como las mujeres designaban a sus maridos (ahora, en España, es el marido el que llama a la mujer “mi señora”).

María Magdalena es en este evangelio (no en los otros tres, donde presenta rasgos diferentes) figura de la nueva comunidad, la que tiene su origen en la cruz de Jesús, desde donde fluye el Espíritu. Esta nueva comunidad, la humanidad nueva, tiene con Jesús la relación de amor y fidelidad que los profetas habían formulado en términos nupciales (esposo-esposa). La identidad de nombre de las dos mujeres (María) y el hecho de ser presentadas como hermanas (Jn 19,25), señala la igualdad que ha de regir en la relación de la comunidad antigua con la nueva.

domingo, 15 de noviembre de 2009

La madre de Jesús.

La madre de Jesús
(Jn 2, 1-11)

En el Evangelio de Juan, en el episodio de las bodas de Caná (Jn 2,1-11), aparece la figura de la madre de Jesús, pero sin nombre (2,1.3.5). Como se ha dicho, la omisión del nombre es una de las señales para identificar a los personajes representativos; con ella quedan desdibujados los rasgos personales, y permite extender a otros los rasgos de categoría que aparecen en el caso concreto.

No solamente eso. Al dirigirse a Jesús, la madre no lo llama “hijo”. Tampoco Jesús la llama “madre”, sino “mujer”, apelativo que no se usa nunca en el AT ni en la literatura judía para dirigirse a la propia madre.

El valor representativo de la figura de la madre se desprende precisamente del uso del apelativo “mujer”, que, como en español, significa en griego, además de la persona de sexo femenino, la mujer casada. “Mujer” equivale así a “esposa”. ¿Qué puede querer decir Jesús al llamar a su madre “esposa”? Resulta claro del contexto, si se tiene en cuenta el lenguaje de los profetas hablando de la relación de Dios con Israel como pueblo:

- Is 54,5s: “El que te hizo te tomará por esposa; su nombre es el Señor de los ejércitos. Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor; como esposa de juventud, repudiada, dice tu Dios.”
- 62,5: “Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo.”
- Jr 2,2: “Así dice el Señor: - Recuerdo tu cariño de joven, tu amor de novia, cuando me seguías por el desierto, por tierra yerma-“.
- Ez 16,8: “Pasando de nuevo a tu lado, te vi en la edad del amor; … te comprometí con juramento, hice alianza contigo –oráculo del Señor- y fuiste mía.”
- Os 2,18: “Aquel día - oráculo del Señor- me llamarás Esposo mío.”

De este lenguaje resulta claramente que “la boda” es símbolo de la alianza; en el texto de Juan, símbolo de la alianza antigua, en la que está la madre de Jesús (2,1), pero a la que Jesús no pertenece, es sólo invitado (2,2). Dentro del ámbito de la antigua alianza, la madre (= el origen) de Jesús representa, pues, a “la esposa de Dios”, es decir, al grupo de israelitas que han sido fieles a la alianza y que constituyen el verdadero Israel.

Muchos son los datos de la perícopa que confirman esta interpretación, pues las alusiones a la antigua alianza son incesantes.

sábado, 7 de noviembre de 2009

El centurión y el criado.

El centurión y el criado.
(Mt 8,5-13)

El centurión pagano es presentado por Mateo (8,5-13) y Lucas (7,2-10) como una figura noble. Se trata de ver si es un personaje representativo.

Como pagano, el centurión era para los judíos “impuro”, es decir, inaceptable para Dios; ningún judío observante dirigía la palabra a paganos ni mucho menos entraba en su casa, por miedo a contraer impureza. Este episodio está en la línea del leproso, pero amplía su horizonte; en el caso del leproso, Jesús declaraba injusta la marginación dentro del pueblo judío; en el del centurión se pronuncia en contra de la discriminación de los paganos.

Como en otros episodios (la hija de Jairo, la cananea, la viuda de Naín), aparecen dos personajes (ambos sin nombre) en relación mutua: el centurión y “su chico”, palabra que puede significar “hijo” o “criado”; dado que Lucas hace equivalente “siervo” y “chico” (Lc 7,2.7.10), elegimos “criado”. Sin embargo, en este episodio, la figura del criado sirve sólo para poner de relieve la fe del centurión y su eficacia.

La palabra “centurión”, derivada de “ciento”, se presta para representar a un colectivo. Pero el carácter representativo de este personaje aparece por las palabras de Jesús, que pondera su fe, muy superior a la de los judíos, y la ve como primicia de la fe de muchos (Mt 8,11: “Os digo que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, etc”). La fe del centurión no es sólo suya, y él se convierte así en representante de los numerosos paganos que en el futuro creerán en Jesús.

El hecho de que, contra lo que suele suceder con los personajes representativos, el episodio tenga una localización precisa, en Cafarnaún, ciudad de población mezclada judía y pagana, insinúa que el éxito posterior del mensaje de Jesús entre los paganos tuvo algún principio durante su vida pública.

La mujer del perfume.

La mujer del perfume.
(Mc 14,3-9)

En contraste con la figura de la viuda, que expresa la privación de Dios que sufría el pueblo fiel, aparece otra figura de mujer, también en papel de esposa, que unge la cabeza de Jesús, el Esposo. La perícopa se encuentra en dos evangelios sinópticos (Mc 14,3-9; Mt 26,6-13), tienen un paralelo en Juan (Jn 12,1-8) y otro más lejano en Lucas (Lc 7,36-50).

La escena es conocida. He aquí el texto de Marcos: “Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, llegó una mujer llevando un frasco de perfume de nardo auténtico de mucho precio; quebró el frasco y se lo fue derramando en la cabeza.” El simbolismo nupcial del perfume se ha expuesto antes. Allí aparece que la mujer representa a la parte de la comunidad de Jesús que verdaderamente lo sigue, dispuesta a llegar con él hasta el don de la propia vida.