sábado, 7 de noviembre de 2009

El centurión y el criado.

El centurión y el criado.
(Mt 8,5-13)

El centurión pagano es presentado por Mateo (8,5-13) y Lucas (7,2-10) como una figura noble. Se trata de ver si es un personaje representativo.

Como pagano, el centurión era para los judíos “impuro”, es decir, inaceptable para Dios; ningún judío observante dirigía la palabra a paganos ni mucho menos entraba en su casa, por miedo a contraer impureza. Este episodio está en la línea del leproso, pero amplía su horizonte; en el caso del leproso, Jesús declaraba injusta la marginación dentro del pueblo judío; en el del centurión se pronuncia en contra de la discriminación de los paganos.

Como en otros episodios (la hija de Jairo, la cananea, la viuda de Naín), aparecen dos personajes (ambos sin nombre) en relación mutua: el centurión y “su chico”, palabra que puede significar “hijo” o “criado”; dado que Lucas hace equivalente “siervo” y “chico” (Lc 7,2.7.10), elegimos “criado”. Sin embargo, en este episodio, la figura del criado sirve sólo para poner de relieve la fe del centurión y su eficacia.

La palabra “centurión”, derivada de “ciento”, se presta para representar a un colectivo. Pero el carácter representativo de este personaje aparece por las palabras de Jesús, que pondera su fe, muy superior a la de los judíos, y la ve como primicia de la fe de muchos (Mt 8,11: “Os digo que vendrán muchos de Oriente y de Occidente, etc”). La fe del centurión no es sólo suya, y él se convierte así en representante de los numerosos paganos que en el futuro creerán en Jesús.

El hecho de que, contra lo que suele suceder con los personajes representativos, el episodio tenga una localización precisa, en Cafarnaún, ciudad de población mezclada judía y pagana, insinúa que el éxito posterior del mensaje de Jesús entre los paganos tuvo algún principio durante su vida pública.

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