domingo, 22 de marzo de 2009

LA PESCA

LA PESCA.
En Mc 1,17 par., “ser pescador de hombres” aparece como figura de la misión en boca de Jesús. Podría pensarse que la expresión es original de los evangelios, pero no es así: tanto “pescar” como “la pesca” tienen antecedentes en el AT.
La figura de la pesca se usa en el AT de diversas maneras. Por lo común, indica la acción destructora de ciertos imperios contra Israel (Jr 16,16; Hab 1,6ss; Ez 12,13; 19,8s).
Por ejemplo, el texto de Jr 16,16 describe la invasión de Israel por los pueblos paganos como la de pescadores, cuya acción será llevar a los israelitas entre las naciones (“Enviaré muchos pescadores a pescarlos –oráculo del Señor”; cf. 16,15); el resultado de la reunión de Israel en la tierra después de esta dispersión debería ser que los paganos acudiesen a él confesando la falsedad de su idolatría (Jr 16,19: “A ti vendrán los paganos, de los extremos del orbe, diciendo: “¡ Qué engañoso es el legado de nuestros padres!, ¡qué vaciedad sin provecho”).
Aparece aquí la vocación de Israel como testigo del verdadero Dios, que atrae a los demás pueblos. Pero cualquiera que sea el resultado, la figura del pescador es la del vencedor guerrero.
Las palabras de Jesús en Mc 1,17: “Yo os haré pescadores de hombres”, invierten el papel de los actores respecto a Jr 16,16. Es Israel, representado por Simón y Andrés, el que debe hacer de pescador respecto de los hombres, es decir, de la humanidad entera. El reconocimiento del verdadero Dios se producirá en el encuentro activo de Israel con la humanidad. Como se ha dicho, la localización de la llamada “junto al mar” (1,16: “Yendo de paso junto al mar de Galilea”) y la expresión empleada por Jesús, “pescadores de hombres”, sin limitación, enfocan la misión hacia el mundo pagano.
Sin embargo, a la vista de los textos proféticos citados, la invitación de Jesús a ser “pescadores de hombres” podía ser fácilmente interpretada por Simón y Andrés como el propósito de comenzar una empresa, que, mediante la violencia, llevase a la victoria sobre los enemigos. Tanto más que el anuncio de la cercanía del “reinado de Dios”, que Jesús acababa de hacer (1,14s), admitía también una interpretación de ese género. Dada la ideología que muestran los discípulos en todo el evangelio, no hay duda de que para ellos “pesca” significa victoria; eso explica su respuesta inmediata a Jesús.
No obstante, hay otro texto del AT que enlaza más directamente con la invitación de Jesús en Mc 1,17, y es el de Ez 47,10. El profeta, después de haber descrito la vuelta al templo del Señor de la gloria (43,1-11), pasa a describir sus efectos vivificantes. Expone como el manantial que sale del zaguán del templo se va convirtiendo en un río caudaloso (47,1-5) que “fluye hacia la Galilea oriental (LXX), baja hasta Arabia y camina hacia el mar, hasta el agua del estuario, saneándola” (47,8s). Todos los seres vivos que bullan allí donde alcance la corriente tendrán vida, y habrá allí muchísimos peces, por efecto de esta agua, “y se pondrán allí pescadores… y sus peces (los del río) serán como peces del océano, una muchedumbre inmensa (47,10).
Este texto coincide con Mc 1,16s: “pues eran pescadores”). Se trata, pues, de una alusión de Marcos a Ezequiel. Esto se confirma con la otra alusión al mismo texto que se encuentra en Mc 3,7b-8: “una enorme muchedumbre… una muchedumbre enorme”; alude a Ez 47,10: “una muchedumbre inmensa [de peces]”. La gran muchedumbre de judíos y paganos que acude a Jesús después de su ruptura con la sinagoga” (3,1-7a) corresponde a la muchedumbre de peces de la profecía, y la subsiguiente constitución del grupo de “los Doce” (3,13) es el paso decisivo en la preparación de los “pescadores de hombres” (3,14: “para enviarlos a proclamar”).
La invitación de Jesús a Simón y Andrés tiene como trasfondo el texto de Ezequiel, pero el espíritu nacionalista que los anima produce el equívoco: lo interpretan como una invitación a colaborar en la reforma violenta de las instituciones y la liberación de la nación.
En el último capítulo del Evangelio de Juan (Jn 21,1-14) se describe una pesca efectuada por un grupo de siete discípulos, número que alude a las setenta naciones que, según la creencia del tiempo, formaban la humanidad. También esta pesca es figura de la misión y, como lo señala el número de los discípulos que en ella intervienen y el nombre que Juan atribuye al lago/mar (21,1: “el mar de Tiberíades”, nombre pagano del lago), se verifica entre los paganos.

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