domingo, 13 de septiembre de 2009

El chiquillo.

EL CHIQUILLO.
(Mc 9,33b-37 par)

Otra figura representativa importante es la del “chiquillo” o “los chiquillos”. Esta figura aparece en Marcos por primera vez en 9,36 (cf. Mt 18,1-5; Lc 9,46-48), después que ha quedado patente la ambición de los discípulos (9,34: “En el camino habían discutido entre ellos quién era el más grande”), que no han renunciado a las categorías de prestigio y poder propias del ambiente judío (cf. 12,38s). Como acaba de indicarse, “los discípulos representan en Marcos a los seguidores de Jesús procedente del judaísmo, y se identifican con “los Doce”, denominación que los presenta como el nuevo Israel.
Para corregir su ambición enuncia Jesús un principio: “Si uno quiere ser el primero, ha de ser el último de todos y servidor de todos” (9,35), es decir, ha de renunciar a toda ambición personal (último) y demostrarlo en la práctica (servidor). Este principio no es más que una nueva formulación de la primera condición del seguimiento (8,34: “Si uno quiere venirse conmigo, reniegue de sí mismo”, o sea, renuncie a toda ambición), que refleja la actitud de Jesús mismo.
Enunciado el principio, Jesús, sentado como está (9,35b), “coge a un chiquillo” (9,36), que, por tanto, está a su lado. La cercanía del chiquillo simboliza su adhesión incondicional a Jesús y su actitud igual a la de Jesús.
Pone al “chiquillo” en medio (centro de atención), proponiéndolo a los Doce como modelo; ahora bien: si es modelo del principio que acaba de enunciar, es que se trata de un “chiquillo”, que es último de todos (por su edad) y servidor de todos (por su oficio); es un criadito. De hecho, la palabra griega paidíon, que designa al chiquillo, significa también “esclavito, criadito”.
No se trata, pues, de un “chiquillo” cualquiera. De hecho, a continuación habla Jesús de “esta clase de chiquillos” (9,37: “el que acoge a un chiquillo de éstos”), indicando que poseen alguna característica además de la corta edad. Dado que el texto no añade ningún otro rasgo caracterizante fuera del significado del término mismo, el rasgo particular de “esta clase de chiquillos” no es otro que su calidad de servidores.
La denominación “criadito/chiquillo” es así un modo de designar a los que siguen de cerca de Jesús, porque tienen su misma actitud de servicio. Por contraste con “los Doce”, “el chiquillo” es figura del grupo de seguidores de Jesús que no proceden del judaísmo; por eso está “en la casa/hogar”, figura de la nueva comunidad.
Al seguidor que tiene su misma actitud Jesús lo abraza, gesto de amor e identificación (3,35: “cualquiera que cumpla el designio de Dios [=seguir a Jesús], ése es hermano mío y hermana y madre”).
En el dicho siguiente (9,37) se habla de “acoger a un chiquillo de éstos”, usando el verbo empleado para la misión (6,11: dékhomai); en ella, estos “chiquillos”, que tienen la misma actitud de Jesús, hacen presente a Jesús y a Dios mismo (“El que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí, etc.”). Los “chiquillos” son, por tanto, enviados de Jesús como los Doce, y la denominación “chiquillo/servidor” indica la actitud con que esos seguidores ejercen la misión.

En resumen: El “chiquillo” representa a un grupo (9,37: “uno de tales chiquillos”) que manifiesta su seguimiento siendo último y servidor de todos (9,35), a semejanza de Jesús. Por eso se encuentra en la casa/comunidad (9,33b) y cercano a él (9,36). No pertenece, sin embargo, a “los Doce”, es decir, no forma parte del Israel mesiánico (3,13.15). Representa, por tanto, a los seguidores no israelitas, que, bajo la denominación “los que estaban en torno a él”, han sido contrapuestos a los Doce en 4,10: “Los que estaban en torno a él le preguntaron con los Doce la razón de usar parábolas.”

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